Caminos de aire
Se estima que por Costa Rica transitan alrededor de 5 millones de aves migratorias cada año. La magnitud del fenómeno no logra apreciarse en toda su dimensión, ya que muchas de estas aves viajan de noche, a velocidad crucero, propulsadas por el viento, a veces planeando adentro de las nubes, a veces surfeando y aprovechando al máximo las corrientes de aire entre las montañas. Otras bordean las costas y descienden al atardecer a cazar insectos y a descansar unas horas antes de seguir viaje.
Aquí convergen las aves que vienen del Círculo Polar Ártico, de Alaska, de la tundra canadiense y los grandes lagos, de la costa este y oeste de los Estados Unidos. Costa Rica es como un embudo que se localiza entre los 8 y 11 grados latitud norte que las aves migratorias cruzan transversalmente. Esto se ve favorecido por la geografía del país, ya que las cordilleras montañosas que van de noroeste al sureste y las vastas planicies que bordean los dos océanos, generan una gran cantidad de hábitats y ecosistemas aptos para las más diversas especies.
La mayoría de las aves prefieren la noche porque las condiciones atmosféricas y termodinámicas son más propicias y porque hay un menor gasto de energía. Sus instrumentos de navegación son grupos de estrellas en el horizonte, su excelente visión y la capacidad de algunas especies de captar el magnetismo de la tierra o los infrasonidos de baja frecuencia producidos por corrientes de agua o por el viento en la orografía. Las aves pelágicas transitan por mar y solo son visibles para las embarcaciones y los pescadores que las ven hacer un alto en islotes y peñascos.
Sobre nuestras cabezas, mientras dormimos o mientras realizamos nuestras rutinas, pasan legiones y legiones de aves de bosque y aves playeras, correlimos, rapaces y pelágicas; aves diminutas de apenas 3 gramos como los colibríes, las reinitas, las tangaras, los orioles o los picogruesos, que utilizan diferentes técnicas para recorrer largas distancias. Las aves diurnas de gran tamaño como las garzas, los garzones y las cigüeñas forman grandes grupos que vuelan en sincronía y perfecta formación en “V” aprovechando sus alas anchas para ser elevados por corrientes ascendentes a gran altura sin necesidad de aletear.
Las migraciones masivas suelen ser invisibles a nuestros ojos y solo los radares logran detectarlas. Gracias a ellos se ha determinado que la mitad de las aves viajeras vuelan por debajo de los 1.000 msnm; un 30% lo hacen entre los 1.000 y los 2.000 msnm y el resto se desplazan aún más alto. Los ornitólogos que siguen metódicamente a las aves suelen descubrir a una población migratoria cuando ya están forrajeando en alguna zona del país, pero casi nunca las ven llegar.
Cielos de alto tránsito
Si partimos de la idea cada vez más aceptada por las teorías de la evolución, de que casi todas las aves son originarias del trópico y del subtrópico y de que algunas de ellas decidieron migrar a las regiones boreales y templadas para reproducirse, el fenómeno de la migración debe verse con una óptica distinta: no se trata de una simple huida del invierno y de la escasez de alimento, sino un viaje de retorno al punto de partida inicial.
Migratory birds spend time at several different latitudes which adds to the difficulty of preserving their habitats. We are speaking of creatures with an accelerated metabolism which at some point in their evolution, began making the long journey north or south to take advantage of longer daylight hours, abundance of resources and better conditions for reproduction. Of the 910 bird species in Costa Rica, roughly 220 are migratory, and according to Birdlife International it is one of the countries with greatest bird diversity per square meter in the whole American continent. That is almost nine percent of all the known bird species in the world, and if one visits a “hotspot” it is possible to observe more than one hundred species in a day.
Las aves migratorias poseen una residencia múltiple, lo que hace más compleja la conservación de sus hábitats. Estamos hablando de seres con un metabolismo acelerado, que en algún momento de su evolución, decidieron emprender un largo viaje al norte o al sur para aprovechar las ventajas de tener más horas luz, abundancia de alimento y mejores condiciones para la reproducción. De las 910 especies que existen en Costa Rica, 220 son migratorias. Es uno de los países con mayor diversidad de aves por metro cuadrado en el continente americano, según Birdlife International. Son el 9% de las aves conocidas del mundo y si uno acude a los sitios indicados (hot spots) es posible ver más de 100 especies por día.
Dependiendo de la especie, algunas de las aves migratorias permanecen aquí un promedio de 6 meses y vuelven a sus sitios de anidación en Estados Unidos, Canadá, Alaska, donde libran una verdadera carrera contra reloj. Llegan apuradas a conseguir territorio, construir sus nidos, poner los huevos, incubarlos, tener sus crías y apenas los polluelos están en condiciones de volar, ya están listas para emprender de nuevo la travesía continental. En algunas especies los polluelos aprenden la ruta al trópico siguiendo a toda la bandada pero la mayoría ya tienen un “mapa” grabado en su cabeza. En especies de mayor tamaño como las garzas y algunos rapaces juveniles, permanecen en Costa Rica y no participan de las siguientes migraciones sino hasta alcanzar la madurez sexual.
A partir de julio, cuando el verano en el hemisferio norte está en su apogeo, ya se pueden observar las primeras aves migratorias moviéndose por Costa Rica. Las más evidentes son las aves playeras como los chorlitos y correlimos que se agrupan en las bocas de los ríos, campos arados, salinas y camaroneras en los alrededores del Golfo de Nicoya. En agosto empiezan a llegar otras especies de menor tamaño: algunas reinitas, vireos y mosqueros como la amenazada Reinita Cerúlea (Setophaga cerulea) y el abundante Vireo Ojirrojo (Vireo olivaceus), los cuales son visibles en el Caribe principalmente. En agosto también hacen su aparición en los cielos del Caribe las primeras aves rapaces migratorias con los Elanios Tijereta (Elanoides forficatus) y Elanios Plomizos (Ictinia plumbea).
Para setiembre y octubre la migración está en su apogeo y el cielo se llena de golondrinas a lo largo de las costas y el Valle Central, y de halcones peregrinos que las cazan y comen sin detenerse siquiera. El resto de los hábitats del país, desde los inmensos bosques de las montañas y el bosque lluvioso, hasta los parques y patios de las casas, se inundan de reinitas, mosqueros, orioles, picogruesos y otras aves passeriformes. Algunas especies de esta familia se quedarán por varios meses, pero la mayoría continúa su travesía hacia otras zonas. Al finalizar octubre y llegar noviembre los estanques de agua dulce en el Pacífico se llenan de diversas especies de patos, mientras que en el Caribe grandes grupos de garzones surcan el cielo en formación perfecta.
Aves locales.
Las aves residentes son aquellas que podemos encontrar en el país durante todo el año. Algunas realizan migraciones locales o altitudinales, en las cuales se desplazan desde lo alto de las montañas a la bajura, o de un ecosistema a otro, siguiendo una ruta de alimentación en sincronía con la maduración los frutos de los cuales se alimentan, o bien para reproducirse. Cada especie ha desarrollado su propia estrategia para resolver estos detalles.
El Toledo varía su dieta dependiendo de la disponibilidad de recursos. Durante la época reproductiva, cuando necesita energía para llevar a cabo su espectacular cortejo, se alimenta de abundantes frutas ricas en azúcares que le brindan energía. Fuera de la época reproductiva las frutas escasean y cambia su dieta para volverse mayormente insectívoro, lo cual es de suma importancia física pues necesita de la proteína para producir una muda completa de plumas y así estar en óptimas condiciones para la siguiente temporada de apareamiento. Otras especies migran de acuerdo a la disponibilidad de agua. El Jabirú depende de aguas poco profundas para cazar su alimento, pero al secarse estas aguas someras se ve forzado a moverse a otros sitios donde aún hayan remanentes de agua con la profundidad adecuada.
Otras especies con estrategias interesantes son el Pájaro Campana y el Quetzal, los cuales dependen en gran parte de la fruta del aguacate silvestre. Estos “aguacatillos” solo tienen fruta durante una época corta, por lo que las aves deben desplazarse a otros sitios a menor o mayor elevación para hallar árboles con fruta. La Lapa Roja también realiza movimientos, aunque en vez de ser estacionales son diarios. Las lapas usualmente duermen en el mismo sitio todas las noches, pero al amanecer emprenden vuelo hacia sus sitios de alimentación. La distancia y dirección de este viaje varían a lo largo del año ya que dependen de la ubicación de las especies de árboles de las que se alimentan. Al realizar estos cambios de comportamiento o desplazamientos no solo están cumpliendo con sus ciclos biológicos, también están cumpliendo una función clave para el ecosistema pues se vuelven importantes dispersores de semillas. Esto permite darle mantenimiento a los bosques tropicales al hacerlos heterogéneos y dotarles de una alta diversidad.