teatro nacional de costa rica

Mucho más que selva: El otro lado de Costa Rica

Ann Marie Brown

Costa Rica tiene una reputación muy merecida de su riqueza natural. Pero por más alucinantes que sean sus bosques nubosos, volcanes y cañones del río, el país tiene más que ofrecer que tours de canopy y rafting. De hecho, es posible crear todo un viaje increíble con sólo las opciones culturales. Aquí les dejo unas siete que lo comprueban.

 


1. El Teatro Nacional en San José.

Vístete de gala, tómate una copa de champaña en el intermedio y sácate una selfi al lado de la estatua de Beethoven cuando asistas a un espectáculo en el Teatro Nacional. Es toda una mezcla cultural: mármol de Carrara, trabajos en metal de Bélgica y pisos de la madera tropical nacional. El teatro siguió el modelo de la Ópera de París, abriendo sus puertas en el 1897 con altas esperanzas de atraer a las estrellas más famosos de la ópera europea. Y funcionó, ya que esta belleza neoclásica acaba de cumplir unos 120 años deslumbrando a sus públicos.

TEl techo del vestíbulo está pintado con un fresco de una cosecha de banano y café, hecha por un artista italiano que nunca pisó sobre el suelo costarricense. Es otra cosa que no te debes perder – y no juzgues tan duramente al artista, aunque el café esté creciendo en la región equivocada. A pesar del error, fue calificado como uno de los mejores techos del mundo por la revista estadounidense “USA Today”. Consíguete entradas para la Orquesta Sinfónica Nacional de abril a noviembre o para otros espectáculos como el Festival Internacional de Piano el 17 de julio, el concierto de música nacional el 11 de septiembre o un festival de flamenco el 2 de octubre. Sin embargo, no tienes que asistir a un espectáculo para ver el esplendor, ya que hay tours con guía cada hora.

 


2.Las carretas de Sarchí.

Las carretas – carritos de bueyes con dos ruedas pintadas – son tan costarricenses como el pura vida (el dicho multiuso que estará presente en casi todas las conversaciones que tendrás en este país). Estas carretas muy útiles tienen sus raíces en el siglo XIX, cuando fueron usadas para trasladar café, caña y tabaco de las fincas al mercado. Hoy en día, la comunidad de artesanos de Sarchí honra a esta tradición creando carretas miniaturas con colores vivos y patrones intrincados. Verás una en casi todas las casas costarricenses.

En la plaza del pueblo de Sarchí, ve lo que el Libro Récord de los Guinness ha nombrado como la carreta más grande del planeta: una obra de 14 metros de largo y 2 toneladas, más de cinco veces el tamaño de una carreta normal.

 


3. El Museo de Jade en San José.

¿Piensas que ya conoces el jade? Piénsalo de nuevo. Este museo te va a revelar el arcoíris de colores en el que viene esta piedra. Verás toda la gama mientras caminas por los pasillos modernos que se han hecho para simular una piedra brillante de jade.

Como contraste a esta modernidad tienes las lecciones sobre la historia antigua que aprenderás. Desde el 600 a.C. hasta el 500 d.C., el jade valía más que el oro. Los artesanos indígenas siempre han tallado la piedra para hacer pulseras de tobillo, vasijas y estatuillas. Verás más de 7.000 ejemplares de la colección más grande de jade pre-colombino en el mundo. También verás herramientas antiguas y cerámica (no te pierdes la vasija de terracota policromado que tiene incrustada dientes humanos).

 


4. La cultura afrocaribeña en Cahuita.

Muévete a los ritmos de la música afrocaribeña costarricense en el pueblito costero de Cahuita, que integra a intérpretes del banjo, tináfono y percusión – mayormente descendientes de obreros caribeños del siglo XIX – y que animan a los bares y restaurantes con una versión bien local del calipso. Cahuita también celebra un festival anual en honor al cantautor local Walter Ferguson, cuyas canciones llenas de sentimiento pusieron al calipso costarricense en el mapa.

¿Quieres saber lo que va de la mano perfectamente con el ritmo del calipso de los restaurantes locales? El gallo pinto costarricense (arroz y frijoles negros con cebolla y cilantro) más pollo caribeño o el guiso rondón (cuyo nombre proviene de la frase “run down”, significando literalmente lo que el chef ha logrado recoger) además de pescado y una variedad de vegetales con abundante salsa de coco.

 


5. La cerámica de Guaitíl.

Aunque se vería natural en una sala moderna en el siglo XXI, la cerámica que proviene de la aldea de Guaitíl es el resultado de técnicas que se remontan a más de 5.000 años. Artesanos locales del pueblo Chorotega cosechan barro en las colinas cercanas, y luego lo mezclan con la “arena de iguana” –nombradoasí por las iguanas que con frecuencia ponen sus huevos ahí. Antes de poner las piezas de barro al horno, los artesanos las decoran con colibríes, tucanes y otros diseños naturales.

Puedes comprar tu diseño favorito en puestos al lado del campo de fútbol del pueblo y luego aprender sobre las prácticas antiguas en el Ecomuseo de la Cerámica Chototega en San Vicente.

 


6. La Cultura Vaquera de Guanacaste.

Cuando el 4x4 son los cuatro cascos del caballo: el caballo sigue siendo una opción de transporte muy popular en Costa Rica y sobre todo en la provincia de Guanacaste, donde la cultura vaquera ha sido muy popular desde la llegada de los españoles en el siglo XVI. Celebra a los nobles corceles y los sabaneros que los montan en el Hotel Hacienda Guachipelín, de unos 133 años. Ahí verás los trotes de los caballos, los caballistas dignos y trabajadores de los ranchos luchando con los toros. También podrás ponerte a trabajar en un rancho durante la aventura “Vaquero por un Día” que comienza con el ordeño de vacas a las 5:45 de la mañana y luego podría incluir ensillar a los caballos, arriar ganado o reparar las cercas.

En las noches, visita un restaurante para una inmersión en la cultura local: espectáculos donde se destaca la marimba, el instrumento nacional y el primo del xilófono. Tómate una picante sopa de albóndigas o la típica olla de carne, un guiso de carne y verduras. Luego levanta tu jarra de cerveza Imperial en honor a los vaqueros en todo el mundo.

 


7. Las máscaras ceremoniales de Boruca.

Costa Rica tiene fama por sus figuras talladas de madera, pero unas de las más fascinantes son las máscaras de diablo creadas por el pueblo indígena Boruca.. En la Fiesta de los Diablitos, una festividad anual, los lugareños Boruca se ponen máscaras pintadas de madera balsa para luchar en una batalla teatral contra los españoles, representados en la figura de un hombre disfrazado de toro que siempre pierde.

Conduzca por los caminos montañosas hasta llegar a la reserva Boruca y visita al pequeño Museo Comunitario Indígena de Boruca. Compra unas máscaras de diablo en la tienda del museo, así como bolsas y unas calabazas jícaras talladas de manera elaborada. Pide permiso antes de tomar fotos y sé sensible con esta cultura única, ya que la gente Boruca quiere preservar sus tradiciones antiguas mientras se abren al turismo internacional.

 


Travelzoo URL: https://www.travelzoo.com/blog/its-not-just-a-jungle-out-there-the-flip-side-of-costa-rica/

 

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